Colección Puntos de Vista
Bio-política Vaginal
Nos dicen que somos diosas, princesas y libres.
¿Cuales de estos discursos forman parte de las estrategias bio-políticas creadas para manipularnos?
Resulta difícil entender por qué cada día aumenta el número de mujeres enfermas, cansadas, drogodependientes y frustradas. La situación actual de las mujeres es la misma que describió Kate Millet en su libro Sexual Politics en los años sesenta. Este malestar que 'no tiene nombre' y en aquel entonces afectaba principalmente a las mujeres de clases altas ahora lo sufren mujeres de todos los rincones del planeta gracias a la capacidad de difusión e impacto que tienen las tecnologías del siglo XXI.
La cuestión es que, cincuenta años después del boom del feminismo en occidente, 'Ser mujer' continúa siendo la causa principal de la frustración y la histeria.
A lo largo de los últimos años he centrado mis investigaciones en intentar descubrir y entender las estructuras políticas, económicas y sociales que operan directamente sobre los cuerpos de las mujeres y como estos discursos han logrado que nos odiemos hasta el punto de convertirnos en nuestras peores enemigas.
Si las mujeres por fin hemos conquistado el mundo, sacamos a los hombres de los cargos de poder en las empresas, vamos a la universidad, votamos libremente, follamos libremente, nos divorciamos y parimos (ojalá pudiera decir que también abortamos) tantas veces como queramos, entonces
¿Qué pasa? ¿En qué momento las hembras caímos presas en la cárcel del cuerpo y fuimos condenadas a auto-mutilarnos para conservar el título de DIOSAS y HERMOSAS?
VaginaSyBiopolítica-DianaPinzón
La cuestión femenina es una especie de cascada de históricos sinsentidos.
Aunque por defecto el deseo y el placer suelen ser temas asociados al ámbito de estudio de la psiquiatría y del psicoanálisis, el origen de las dificultades que sufren muchas mujeres en la actualidad para reconocer y acceder al verdadero placer se encuentra más allá de los tópicos freudianos que se comentan en los pasillos de los psiquiátricos. En sus teorías, Sigmund Freud (1856-1939) definió los objetos de los deseos humanos como ‘equívocos’ y vacíos. Este científico, viciado por el discurso falo-céntrico que se oponía a los movimientos feministas masivos de la segunda mitad del siglo XIX, demonizó sin ningún tipo de escrúpulos dos mil años de crianza instintiva y amorosa. Freud convenció a sus discípulos y seguidores de que la necesidad del niño de tener contacto con el cuerpo de la madre, era síntoma de una perversión psico-sexual que debía ser vigilada y regulada por especialistas en medicina.
Siguiendo el análisis hecho por Foucault, en su revisión histórica de los dispositivos políticos que obran sobre la sexualidad[1], los “descubrimientos” de Freud no marcaron un antes y un después en la comprensión de la sexualidad humana. Las teorías sobre el psicoanálisis fueron una estación más en el largo recorrido histórico que hizo la scientia sexualis[2] antes de consolidarse como la única verdad sobre la sexualidad humana. Freud fue un jugador más en el ‘juego de la verdad y el sexo’.[3]
Los niños y niñas que hasta entonces habían mamado los pechos de sus madres sintiéndose seguros y felices, pasaron a ser seres frustrados y perturbados psicológicamente ya que no podían acceder al ‘falo materno’ el cual, según Freud, era su verdadero objeto de deseo.
Es importante tener en cuenta el contexto histórico en el cual este científico austríaco llevó a cabo sus estudios científicos. Los ingredientes de este nefasto caldo de cultivo histórico van desde el darwinismo hasta los orígenes del nazismo, pasando por la Revolución Industrial. Una coyuntura científica e histórica claramente marcada por un ideal de súper hombre que se imagina capaz de controlar y subvertir las leyes de la naturaleza.
Lo que tal vez sí fue un logro exclusivo del Dr. Freud fue convertir a millones de europeos sexualmente sanos y activos en seres frustrados y perversos en tan solo unas cuantas décadas!. Muchos fueron víctimas de lobotomías y electrochoques y acabaron escudriñados en hospitales psiquiátricos como si se tratara de simples objetos sexuados; muchos otros fueron condenados socialmente por sentirse libres de perseguir y disfrutar del auténtico placer, en otras palabras, se volvieron inmorales y enfermos pervertidos.
Así que, en las teorías de Freud no encontré las respuestas que buscaba. En cambio, uno de sus discípulos, Carl Gustav Jung (1875-1961) se convirtió en un excelente compañero de investigación y maestro, pero siempre a través del filtro de la maravillosa feminista y analista junguiana Jean Shinoda Bolen (1936). No voy a profundizar en los detalles que se conocen sobre la relación de Freud con su madre, y lo diferente que pudo haber sido de la de Jung con la suya, pero debo reconocer que me resulta una perspectiva de análisis muy tentadora para algún artículo posterior. Desde mi perspectiva no cabe duda de que Carl Jung superó a su maestro; sus profundos conocimientos sobre la diversidad religiosa y cultural le permitieron entender la relación entre el consciente y el subconsciente humano de manera holística, integral y colectiva.
Y fue gracias a Carl Jung y a Jean Sinoda Bolen que mi vagina y yo nos hicimos excelentes amigas y di un vuelco radical a mi vida. El deseo y el placer pasaron a ser el motor de mi existencia. Esta nueva perspectiva no me eximió de los altibajos que implica el hecho de vivir en un cuerpo de mujer, pero aportó una importante dosis de alegría a mi día a día.
Actualmente dedico mis días, con pasión y orgullo, a la educación sexo-afectiva en centros educativos y a compartir con otras mujeres toda la filosofía, la ciencia y la magia que subyace en el interior de sus creativas vaginas.
Es una profesión que me hace lo suficientemente feliz como para llegar a fin de mes, aunque no para pagar las facturas. El colectivo de mujeres que trabajamos en esta línea de salud sexo afectiva con perspectiva feminista crece a gran velocidad en España y en el mundo. Algunas personas nos consideran eco-feministas, otras simplemente hippies, pero nosotras nos sentimos Mujeres de la Tierra, somos feministas hasta la médula y nuestro trabajo es educar y sanar.
A lo largo del año 2014 la Artemisa que llevo dentro, apuntó la flecha muy alto y en un acto de profunda confianza invertí todos mis esfuerzos en intentar hacer visibles los deseos y necesidades de las mujeres reales. Con mi trabajo intento mejorar la salud menstrual de las mujeres que me rodean, las del barrio y la de toda la humanidad. Las mujeres como yo trabajamos tras el telón, con presupuesto propio y al margen del sistema. En mi nueva empresa he tropezado de frente con los límites y barreras del sistema político y legal diseñado para oprimir y frustrar a las mujeres libres.
Tantos obstáculos me llevaron al origen y comencé a indagar directamente en el feminismo clásico y teórico que habría rechazado en un principio convencida de que en una sociedad moderna como la nuestra esos ya eran “temas superados”. Pero no es así.
¿Cómo explicar los 25 millones de mujeres “libres” europeas que fueron víctimas de violencia doméstica en 2014?
Fue gracias a las teorías feministas que entendí que en el sistema en que vivimos no hay lugar para el placer.
La mujer que en la cultura occidental se considera libre, es una mezcla entre el Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley y la virginal, pero masoquista, Anastasia Steele, la protagonista del best seller publicado en 2011 y titulado 50 sombras de Grey, escrito por la también británica E.L. James, y que acabo siendo la película más taquillera de 2015.
Fue gracias a las teorías feministas que entendí que en el sistema en que vivimos no hay lugar para el placer. La mujer que en la cultura occidental se considera libre, es una mezcla entre el Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley y la virginal, pero masoquista, Anastasia Steele, que protagoniza el best seller publicado en 2011 y titulado 50 sombras de Grey, escrito por la también británica E.L. James, y que acabo siendo la película más taquillera de 2015.
Profundizar en las teorías feministas y post-feministas arrojó luz nueva sobre mis investigaciones, pero también vi cómo se creaban nuevas sombras y no eran las de ningún Grey!
Fruto de mis estudios escribí esta serie de artículos que publicó periódicamente bajo el título de:
PUNTOS DE VISTA: Editorial Feminista, en ellos me esfuerzo por explicar de manera resumida las líneas de análisis que he utilizado y las conclusiones que destacan por su carácter transversal. Los artículos están divididos en cuatro temas principales:
*Orígenes y cambio de la imagen de mujer desde la prehistoria hasta la actualidad.
*El análisis sobre la ruptura del vínculo esencial entre madres e hijos, su relación con el Estado, la propiedad privada y con la represión sexual en la época medieval.
*La medicalización de la salud de las mujeres a la luz de las teorías sobre el bio-poder de Foucault.
*Las premisas esencialistas a partir de las cuales el eco-feminismo ha logrado consolidar una nueva teoría metafísica sobre el placer de la mujer.
Además de mi experiencia como mujer terapeuta de mujeres, de las múltiples fuentes anónimas y de algunas clásicas, este análisis se nutre del trabajo de filósofas y científicas contemporáneas como Vandana Shiva, Ana de Miguel y Amelia Valcárcel, entre otras. Con el convencimiento de que la lengua española, al igual que todas las lenguas, ha visto crecer sus limitaciones comunicativas en un mundo cada vez más audiovisual, me he aventurado a iluminar este trabajo con una nutrida selección de imágenes.
Deseo de todo corazón que disfruten de los textos tanto como yo al escribirlos y que mis esfuerzos por hacer más entretenidos y atractivos estos textos tan académicos se traduzcan en un más amor y más placer para nuestras vaginas.
Diana Pinzón Sanabria
Investigadora humanista con perspectiva de género.
Especialista en educación afectiva sexual integral (EASI) y educación menstrual.
Referencias:
1-2-3. FOUCAULT, Michel. (19981976). Historia de la sexualidad I. La voluntad del saber. Trad. Ulises Guiñazú. Madrid. Editorial Siglo XXI S.A.
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Cuerpo
de
MUJER
Capítulo nº1:
Marilyn Willendorf por Ben Heine
L@s arqueolog@s han podido recopilar más de 400 figuras de mujeres prehistóricas, elaboradas en materiales como hueso, marfil, cuerno y piedra a lo largo y ancho de todo el continente europeo.
Todas ellas desnudas, con vulvas, pechos y nalgas prominentes.
Algunas ligeramente decoradas o acompañadas de artefactos como colgantes, dagas, peines u otros objetos corto punzantes.
El análisis e interpretación tradicional que suele hacerse de estas figuritas revela claramente la perspectiva androcéntrica de la ciencia y como se aplica por defecto a las obras de arte de todos los tiempos.
Los primeros en encontrarlas las llamaban: Venus paleoliticas pues de manera muy acertada las primeras interpretaciones apuntaban a que eran representaciones del ideal de belleza de la época. Lamentablemente con la entrada de los nuevos paradigmas sobre el cuerpo y la belleza esta hipotesis se descartó y se impuso la idea de que las figuritas eran en realidad representaciones de diosas, llevando la realidad de la biologia femenina al discurso de lo religioso y sublime.
Son muy interesantes los trabajos sobre las venus paleolíticas, algunas datadas con más de 24.000 ANE, cuyo tema principal es la representación del cuerpo de la mujer y su relación con la vida y la fertilidad. La venus de Willendorf que aparece en las ilustraciones de este artículo, pertenece a este interesante grupo de estatuillas con formas femeninas.
Las venus se convirtieron en diosas y cuando la modernidad logró imponer un ideal de belleza delgadísimo y muy tonificado, que nada tiene que ver con la belleza de las mujeres del paelolitico, estas venus pasaron a ser objetos en la sección de las religiones antiguas de los museos.
Así fue como el patriarcado condeno a las siguientes generaciones de mujeres a sentirse atrapadas en sus cuerpos, a odiarlos por su tendencia a exceder las medidas establecidas 90-60-90 y a ignorar la realidad sobre la biologia femenina, sobre el origen de la civilización y de la vida.
«Los hombres examinan a las mujeres antes de tratarlas. En consecuencia, el aspecto o apariencia que tenga una mujer para un hombre puede determinar el modo en que este la trate.
Para adquirir cierto control sobre el proceso, la mujer debe abarcarlo e interiorizarlo.»(J.Berger)
Por suerte la rigurosidad científica del trabajo cooperativo entre la arqueología feminista y disciplinas como la genética y la biología, ha logrado crear un relato histórico más objetivo e igualitario que el tradicional a partir de los mismos restos materiales de los cuales, en un principio, solo se extrajeron conclusiones que atribuían la evolución de la humanidad a las instituciones patriarcales.
Merecen especial mención los trabajos de análisis y descripción de estas figuras publicados por Henri Delporte: La imagen de la mujer en el arte prehistórico (1979) y LeRoy McDermott: Self-Representation in the Upper Paleotlithic Female Figurines (1996). Los dos trabajos coinciden en cuestionar lo que realmente representaban estas figuras de mujeres halladas en diferentes lugares del continente Europeo. Del primero, destacar su rigurosa descripción de las figuras de mujer sin caer en especulaciones místicas ni patriarcales. Del título del libro de Delporte, se puede intuir su intención de describir ‘imágenes de mujeres’ y no representaciones de diosas prehistóricas.
En contraste, el trabajo de McDermott se centra en el análisis del punto de vista desde el cual fueron creadas estas figuras. Su planteamiento tiene un componente de actualidad y atrevimiento que hace que resulte muy atractivo exponer algunos de sus detalles. La tesis principal, McDermott defiende que estas primeras figuras humanas representan la perspectiva que las mujeres tenían de sus cuerpos. De su riguroso análisis, concluye que es muy posible que hayan sido creadas desde su propio punto de vista y no desde la perspectiva de otra persona.
El antropólogo explica la ausencia de rasgos faciales, las vulvas casi invisibles
(o hipertrofia de la zona pélvica) y la forma y postura de las manos sobre el pecho en las figuras (o atrofia en las extremidades) como una consecuencia de la falta de medios tecnológicos en la época –por ejemplo espejos- en los cuales las mujeres pudieran mirarse.
Con la ayuda de fotografías modernas, McDermott reprodujo las imágenes sobre lo que una mujer puede captar sobre ella misma desde diversas perspectivas; así consiguió explicar las “omisiones” y “desproporciones” encontradas en los cuerpos de las venus encontradas en Pavlovia, Krostenko y Gravetia, territorios que corresponden a la actual Rusia.
Más allá de los sorprendentes detalles de su análisis, considero muy importante, a propósito del tema del androcentrismo, la reveladora conclusión del autor:
«As self-portraits of women at different stages of life, these early figurines embodied obstetrical and gynecological information and probably signified an advance in women’s self-consious control over the material conditions of their reproductive lives.»
En este orden de ideas, y contrario a lo que aún suele enseñarse en la mayoría de libros y aulas universitarias, no se ha demostrado de ninguna manera que las famosas figuras paleolíticas sean representaciones de diosas creadas para el culto religioso. Según McDermottt, es más probable que estas figuras sean ‘una respuesta adaptativa a las inquietudes fisiológicas de las mujeres’, algo así como reproducciones de sus cuerpos en formato 3D, creadas por ellas mismas para estudiarse. Es reconfortante pensar que nuestras antepasadas recorrieron, estudiaron y honraron sus cuerpos tal como ellas los percibían, sin someterlos al escrutinio idealizador de “el otro”.
La propuesta de McDermott ha recibido una enorme lista de críticas por parte de historiadores del arte y antropólogos, estos son extractos de algunas de ellas:
«Si las figuras reflejan un trabajo de auto-exploración, ¿Por qué no existe la misma cantidad de figuras masculinas?». Paul G. Bahn, Antropólogo.
«Nada en la teoría de McDermottt evita asumir que las figuras fueron creadas por varones con el fin de proporcionar a las mujeres una imagen de sus cuerpos». Withney Davis, Historiadora del Arte.
Sin duda el trabajo de McDermott es una respuesta dirigida hacia la socio-biología y al voyerismo androcéntrico tradicional. Aun así, sus teorías no logran evitar caer en la trampa de lo que “debe ser” considerado “normal” en cuanto a lo que al cuerpo de la mujer se refiere. Las desproporciones que McDermott estudia y analiza, tienen como punto de partida la misma mujer blanca de clase media y talla mediana que debería borrarse del subconsciente colectivo. No existe “la mujer normal”, tampoco hay modelos universales a partir de los cuales comparar a las mujeres, cada cuerpo es único o al menos debería serlo.
Si la teoría de McDermott que representa el feminismo académico actual, fruto de millones de años de evolución y ciencia no ha sido capaz de evadir las convenciones socio-culturales sobre la figura femenina…
¿Lograron hacerlo en su momento las mujeres paleolíticas?
¿Cómo han influido estas convenciones en la salud de la mujer?
Diana Pinzón Sanabria
Fragmento tomado de: Vaginas y Bio-Política:
El Tabú Menstrual y otros negocios del Estado.
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Capítulo nº2:
la Mujer Máquina
marx y la cosificación
Entender "un cuerpo" ya sea de mujer, de hombre, de niñ@ o de ancian@, pasa por interpretar y descifrar las relaciones que definen su alcance y sus límites. No es posible explicar los cuerpos de manera aislada, sin tener en cuenta los discursos políticos y sociales que los intervienen. Las teorías post-modernistas de autores como Michel Foucault, Judith Butler y Gilles Deleuze se encargaron de arrojar luz sobre el hecho de que el cuerpo es un producto de las relaciones de poder.
Las teorías marxistas legitimaron políticamente la cosificación de los cuerpos femeninos cuando los definió como "medios de producción" o fábricas de humanos que debían estar sujetos a la intervención y control por parte del Estado.
Si bien es cierto que la principal aportación del materialismo histórico y de las teorías marxistas del siglo XIX al enfoque feminista pasaba por visibilizar y reconocer la importancia social de la naturaleza productiva del cuerpo de la mujer, también lo es que los cuerpos femeninos pasaron a ser entendidos como meros productores de seres vivos un especie de "máquinas" indispensables para reponer aquellos individuos que morían y así evitar la extinción de la clase obrera.
Desde la perspectiva marxista, el proceso de producción de individuos se lleva a cabo en tres etapas: fecundación, gestación y parto; a las que le siguen los trabajos de mantenimiento y cuidado de esas nuevas vidas de manera que el nuevo individuo alcance un grado de madurez que le permita ser autónomo y útil para la comunidad. De todo este proceso, solo la fase inicial de la fecundación requiere la participación de los dos sexos (macho y hembra). El resto, es trabajo exclusivo de la mujer - según Marx - por imperativo biológico. Esta interpretación del señor Marx en una época tan convulsa como lo fue la segunda mitad del siglo XIX concedió a las mujeres un protagonismo por el cual aún hoy pagamos un precio muy alto.
Los cuerpos femeninos entendidos como productores de seres vivos, son indispensables para reponer aquellos individuos que mueren y evitar que la población se extinga.
Barbara Kruguer,1989,
Gracias a la perspectiva marxista, el cuerpo de la mujer comienza a considerarse el medio de producción de nuevos individuos en cualquier sociedad prehistórica o actual. Este punto de vista que pretendía ser reivindicativo sobre la importancia del rol social de nuestros úteros y vaginas fue usado por opresores y por revolucionarios para sacar a las mujeres rebeldes de las calles y devolverlas al encierro del hogar - la fábrica del género por excelencia - y como si fuera poco, también sirvió de excusa para eximir a los varones de la responsabilidad política implícita el mantenimiento y cuidado de la vida.
¿Muchas gracias señor Marx?
Pero este es solo el principio de la historia. Por suerte para Marx, para Engels, para el feminismo y sobre todo para las mujeres de la actualidad, los cuerpos fuertes y los corazones valientes de miles y miles de revolucionarias socialistas lograron con éxito trabajar la doble jornada, desarrollar las teorías marxistas, luchar en las calles por una igualdad política y cuidar del hogar.
Clara Zetkin, Alexandra Kollontai y Rosa de Luxemburgo fueron una inspiración de todas ellas:
<Puesto que si el proletariado sólo puede conquistar su plena emancipación gracias a una lucha que no haga discriminaciones de nacionalidad o de profesión, sólo podrá alcanzar su objetivo si no tolera ninguna discriminación de sexo. La inclusión de las grandes masas de mujeres proletarias en la lucha de liberación del proletariado es una de las premisas necesarias para la victoria de las ideas socialistas, para la construcción de la sociedad socialista. Sólo la sociedad socialista podrá resolver el conflicto provocado en nuestros días por la actividad profesional de la mujer.
Si la familia en tanto que unidad económica desaparece, y en su lugar se forma la familia como unidad moral, la mujer será capaz de promover su propia individualidad en calidad de compañera al lado del hombre, con iguales derechos jurídicos, profesionales y reivindicativos y, con el tiempo, podrá asumir plenamente su misión de esposa y de madre.>
Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo en 1910
Diana Pinzón Sanabria
Fragmento tomado de: Vaginas y Bio-Política:
El Tabú Menstrual y otros negocios del Estado.
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Capítulo nº3:
Perdidas.
entre la cosificación y
la reapropiación del cuerpo.
Uno de los retos más grandes de acompañar la sexualidad de las personas jóvenes es lograr proporcionarles herramientas útiles para que descubran sus propios límites en el ámbito de las relaciones sexuales compartidas. En mis talleres, acostumbro dejar el tema del consentimiento para el final. Es una cuestión tan compleja que me resulta imposible abordarla sin establecer previamente un consenso sobre temas como los estereotipos, la presión social, el neoliberalismo, la normalización de la violencia y la erotización de la violencia sexual.
Todo esto debo hacerlo en un tiempo récord de dos horas. Obviamente deberíamos dedicar mucho más de dos horas a desarrollar y entender cada uno de estos temas. Pero yo, solo cuento con dos horas durante las cuales me someto a una especie prueba de supervivencia y pericia. Para poder hablar honestamente de sexualidad con adolescentes, primero hay que atravesar un campo minado de discursitos neoliberales disfrazados de frases de empoderamiento y claves para la liberación sexual cargadas de violencia simbólica.
Violencia simbólica, es el nombre que el sociólogo Pierre Bourdieu dio al fenómeno de la dominación en las relaciones sociales, cuya forma más paradigmática es el fenómeno de la dominación masculina. Es la forma de violencia más seductora y manipuladora de todas. En palabras de Pierre Borudieu, la violencia simbólica es una forma de persuasión clandestina implacable, un sistema de dominación que el sujeto dominado percibe como el orden "natural" de las cosas. Por eso tiene la habilidad de camuflarse y colarse en los círculos más exclusivos de intelectuales, familias progres y colectivos de activistas.
Pero es en las redes sociales donde este tipo de violencia campa a sus anchas. Allí te encuentras, o te encuentran, discursos de todo tipo, creados por “agentes educadores” que se autoproclaman defensores de la libertad y la verdad. Algunos lo hacen en nombre del feminismo. Otros, lo hacen en nombre de la tradición y la normalidad, con argumentos descaradamente racistas y sexistas. Para ilustrar esta reflexión, voy a compartir algunas de mis experiencias recientes en las aulas:
-En una clase de 2º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), con un alumnado de aproximadamente 13 años, varios chicos y chicas defendían con contundencia que las mujeres que quieren ser maestras de educación infantil o señoras de la limpieza lo hacen porque quieren, porque no les gusta la mecánica, ni el fútbol, y porque no les ilusiona ser policías.
-Ese mismo día, en un grupo de 2º de bachillerato, con alumnos de 17 y 18 años, una joven defendía que el “trabajo” de las prostitutas y de las influencers de marcas de moda era fruto de decisiones libres tomadas por mujeres que buscan una autonomía económica.
-Esa misma semana, me pidieron que explicara la brecha salarial y la división sexual de trabajo en un grupo de formación profesional, con adultos entre los 18 y los 25 años. Allí, una estudiante de auxiliar de enfermería replicó mi explicación con la siguiente frase: Pues si sabes que te van a echar del curro porque te has quedado embarazada, lo tienes muy fácil, abortas y ya está.
Las redes sociales están llenas de discursos que proporcionan una justificación ideológica de normas de comportamiento que perpetúan la discriminación de las mujeres y mantienen las jerarquías de poder sexistas, racistas y clasistas. El gesto de decidir ejercer de mujer objeto como un acto de liberación sexual y económica nos recuerda un poco la imagen de “Eva”, la del Evangelio, quien decidió voluntariamente morder la manzana sabiendo que sería su perdición y, ya puestos a dramatizar, la de toda la humanidad. Este estereotipo de mujer pecadora por desobedecer a la autoridad masculina y por desear ser deseada, se nos presenta en oposición a “María”, coprotagonista del Evangelio, quien encarna el estereotipo de mujer pura, madre sacrificada, mujer dominada pero también privilegiada, porque gracias a sus bondades ella es “la elegida”. (1)
Es innegable que una de las funciones de los temidos algoritmos de Google, Tik Tok e Instagram es hacer que sea cada vez más difícil (para todos, todas y todis) entender la diferencia entre la cosificación y la reapropiación de nuestros cuerpos.
Para Alberdi y Matas la violencia simbólica es el fenómeno por el cual la sociedad, mediante la coherencia ideológica de muchos de sus referentes culturales con los valores del patriarcado, perpetúa las relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres, consiguiendo que estas sean partícipes de su propia subordinación.
El mantenimiento de la dominación simbólica se produciría para estas autoras, no tanto por la coacción constante por parte del hombre ni la sumisión voluntaria de la mujer, como por la interiorización por parte de ambos de los hábitos y comportamientos impuestos por un orden social patriarcal. (2)
Estos referentes culturales -influencers, famosas y famosos, activistas- actúan como agentes educadores a través de las redes sociales. Se dedican a lo que Bourdieu denominaría “actos pedagógicos arbitrarios” con el objetivo de sumar más adeptos a sus ideologías: feminista, queer, transfeminista, TERF o machista. Su oficio es el de creadores de contenido, y no me extrañaría que en algún lugar ya exista una carrera universitaria con ese nombre.
Para continuar con esta lectura recomiendo no perder de vista la asombrosa capacidad de reinvención y adaptación comercial del neoliberalismo, que parece además ser infinita.
Diana Pinzón Sanabria
Investigadora humanista con perspectiva de género.
Especialista en educación afectiva sexual integral (EASI) y en educación menstrual.
Referencias:
1. Nelly Piedad Jácome: “La violencia de género contra las mujeres y los medios de comunicación, entre la información y el rating”. Revista Enfoques de la Comunicación, n.º 4, pp. 76, 2020.
2. Ana Dolores Verdú: “El sufrimiento de la mujer objeto. Consecuencias de la cosificación sexual de las mujeres en los medios de comunicación”. En Feminismo/s, 31. Dosier monográfico: Sexo y bienestar. Mujeres y diversidad, coords. Carmen Mañas Viejo y Alicia Martínez Sanz, pp. 176, 2018.
BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Löic, Respuestas. Por una Antropología Reflexiva, Ed. Grijalbo, 1995.
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Capítulo nº4:
consentimiento sexual vs. Deseo
y otros dilemas
Consentir no equivale a desear. No consentir no equivale a no desear.
El crecimiento exponencial del sexismo y del machismo es innegable. Hay un consenso social en que los principales responsables de este aumento son el anonimato, la rapidez de difusión y la capacidad de vigilancia de las redes sociales. Me preocupa aquello sobre lo que no hay consenso en mi entorno, básicamente porque es un tema tabú: la hipervigilancia feminista en las redes sociales y en el interior de los colectivos. En varias ocasiones me he sorprendido asociando el trabajo de Nerea Barjola sobre la “Microfísica sexista del poder” a este tema de la hipervigilancia. Pienso que el feminismo actual -radical, TERF y/o Transfeminista- ya tiene el poder de generar un terror sexual similar al de la prensa de los ochentas. Pero no solo el feminismo, la sensación es que, cada colectivo activista tiene su propia versión de la policía de la moral dando vueltas por las redes sociales, cancelando y acosando. Es un tema que he comentado con otras mujeres: el poder de autocensura de las redes sociales es brutal.
Si te gusta el perreo y el reggaetón no eres feminista
Si te depilas no eres feminista
Si te pones escotes y uñas de gel no eres feminista
Si comes carne animal no eres feminista
Si miras pornografía no eres feminista
Hace un tiempo que me acompaña la idea de que los alarmantes informes y documentales sobre el acceso de las personas jóvenes a la pornografía son una especie de caramelo envenenado. Por un lado, me gusta que lograron poner el foco en el problema de la normalización de la violencia sexual entre la juventud, pero también crearon un estigma y, peor aún, aniquilaron el debate reduciéndolo a una serie de mandatos de “buena moral feminista”:
No desearas hacer felaciones (porque es sumisión y la has aprendido del porno)
No desearas penetración anal (porque es violenta y la has aprendido del porno)
No desearas hacer el misionero (porque es sumisión y la has aprendido del porno)
No desearas ser deseada (porque es cosificación y la has aprendido del porno)
No desearas hacer un trio (porque es sexista y lo has aprendido del porno)
No desearas ser lesbiana (porque es una fantasía masculina típica del porno)
No desearas mirar porno (porque no es de buena feminista)
En el artículo La verdad del deseo, escrito por Clara Serra para el País, la filósofa plantea la cuestión del deseo en relación con el consentimiento sexual y las leyes que se están intentando crear en España para condenar y combatir la violencia sexual. Su cuestionamiento es tan incómodo como necesario: ¿Puede el deseo distinguir e identificar la violencia sexual?
Tras un análisis profundo y lingüísticamente complicado de la cuestión, la conclusión inevitable del artículo es que, el deseo, en concreto el deseo de las mujeres, no va a librarnos de la violencia sexual, porque puede ser tan oscuro y políticamente incorrecto como el deseo de los varones. Como solución, Serra defiende la legitimidad de legislar para que la voluntad expresa de las personas sea respetada, esto es, poniendo el foco en el incomprendido consentimiento.
Se está imponiendo un giro en ciertos discursos sobre el consentimiento sexual que va en detrimento de la voluntad, una capacidad que todo orden patriarcal ha tratado siempre de negar a las mujeres. (3)
Personalmente coincido con Serra en que no es muy buena idea legislar desde un cuestionamiento constante de la voluntad expresa de las personas. Las leyes tienen la función de garantizar la libertad y la igualdad de todas, y solo pueden hacerlo a través del lenguaje. Un ejemplo de esto son las leyes abolicionistas que ponen en duda, ignoran y anulan la voluntad de las mujeres. Indiferentemente de si se trata de una ley abolicionista del aborto o una de la prostitución, la voluntad de esas mujeres y la capacidad de decidir sobre sus propios cuerpos queda completamente anulada por la prohibición. La función de las leyes no es protegernos de nosotras mismas, ni de nuestra subjetividad ejerciendo de policía moral de nuestros deseos. No necesitamos leyes que pongan en duda nuestra capacidad de decisión, esto sería como volver a la época romana, al sometimiento absoluto. No hemos aprendido nada si las decisiones sobre nuestras vidas y cuerpos son un derecho exclusivo del pater familias hoy en día encarnado por el Estado protector. Pero me pregunto si, como sociedad, realmente estamos preparados para respetar la voluntad de las personas. Y es esta la reflexión que quiero llevarme a mi terreno, al ámbito de la educación y más en concreto al mundillo de la coeducación.
De mis experiencias en las aulas hablando de igualdad, deseo y violencia sexual con personas jóvenes he aprendido que no es muy buena idea educar desde un cuestionamiento constante de la voluntad, ni juzgando los deseos de las personas con frases cómo esta: Si no quieres sufrir sexting, pues no compartas nudes. Tampoco aconsejo pretender educar utilizando elaborados discursos místicos o intelectuales para crear autocensura moral y terror sexual.
Pienso que el deseo sexual, en nuestra sociedad, siempre va a encajar en alguna de estas categorías: dominante y violento o complaciente y sumiso. Y es con esta realidad con la que las educadoras del ámbito de la sexualidad tenemos que aprender a trabajar.
No caigamos en el error de pensar que existe “una manera de desear sana y feminista”. Somos hijas de nuestro tiempo, del capitalismo salvaje y la moda neoliberal. Nos hemos educado en una sociedad que normaliza la violencia y recompensa la sumisión. Por eso todas hemos aprendido a desear en clave capitalista, patriarcal y sumisa. Agradar “a los otros” es nuestro mandato social. Un mandato de complacer a los demás que no son órdenes directas, son hábitos de vida que hemos consolidado poco a poco desde nuestra infancia, en todos nuestros entornos y en todas nuestras relaciones.
La sumisión es una cuestión simbólica compleja que no se le puede diagnosticar a una persona a partir de la ropa que usa, de la música que escucha ni de sus prácticas sexuales.
En cambio, la violencia sexual es intimidación y dominio, por ende, se ejerce contra la voluntad y no contra el deseo. Necesitamos aprender a educar desde esta perspectiva porque es la única que pone en el centro la comunicación empática y la agencia sexual. También es la única perspectiva que promueve el respeto hacia los procesos individuales de construcción y deconstrucción de la sexualidad de las personas. Tengo una confianza absoluta en que estos procesos individuales son los únicos capaces de desterrar para siempre la violencia sexual de nuestras relaciones y comunidades.
El camino hacia la libertad sexual comienza por entender que necesitamos explorar y conocer bien nuestro cuerpo para poder reapropiarnos de él y disfrutarlo. Solo así podremos descubrir cómo funciona nuestro placer. Este camino de exploración tendrá momentos de profunda soledad y puede ser muy doloroso. Se necesita mucha valentía para decidir recorrerlo y es importante contar con un entorno seguro en el cual poder caotizarte, esconderte y derrumbarte con absoluta comodidad durante el proceso.
Cuando decidimos emprender un proceso de revisión para liberarnos de la sumisión, de la violencia y del tabú sexual que hay en nuestras vidas, lo hacemos pensando que es un compromiso individual que asumimos por amor propio y para aprender a disfrutar más de nuestro cuerpo. Y sí, algo de eso hay… pero, además, revisar tu sexualidad es un acto de responsabilidad emocional y de compromiso con tu entorno, con tu familia, con las generaciones que vienen detrás y con toda la sociedad. Revisar y explorar tu sexualidad es un gesto de amor universal.
Rechaza todos los discursos, debates, modas y mandatos sociales que señalan y estigmatizan tu camino de exploración y reencuentro con tu cuerpo y con tu sexualidad. El camino siempre es hacia adentro, escucha con compasión tu voz interior y en ella encontrarás todas las respuestas.
Diana Pinzón Sanabria
Investigadora humanista con perspectiva de género.
Especialista en educación afectiva sexual integral (EASI) y en educación menstrual.
Referencias:
3. Clara Serra. La verdad del deseo. La polisemia del deseo 4. Opinión- El País. 20-09-2023. https://elpais.com/opinion/2023-09-20/la-verdad-del-deseo.html.
BARJOLA, Nerea. Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual. Virus Editorial, 2018.
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